sábado, 5 de diciembre de 2009

Relato 1 - BEHEMOTH


Casi siempre al llegar yo a casa, Raquel ya me esperaba sentada en un extremo de la cama, sobretodo si ya era de noche. Aunque hacía años que nos conocíamos no habíamos hablado nunca. Aquella noche fué la primera vez que escuché su voz. Cuando entré en mi habitación la encontré discutiendo con un ser repugnante, alado y astado, tuve que salir de la habitación casi inmediatamente, pues no podía soportar su voz, que recordaba un bramido profundo y aterrador.

En el quicio de la ventana del comedor esperé que termináran de discutir, me puse una copa de vino rosado malo y me fumé un cigarrillo. de vez en cuando tenía que taparme los oídos porque no podía soportar la voz de aquel demonio. Pero poco a poco se fué suavizando y al final incluso llegué a entender lo que decía.

- Esta noche me lo voy a llevar, y punto – Bramó la béstia.

A los pocos minutos el demonio apareció en el salón, eran las diez de la noche y me sugirió que me pusiera una chaqueta, fuera hacía frío. Raquel me miraba detrás del Behemoth, frunciendo los labios entre contrariada y triste. Está bien, me dije, haré caso a esta cosa antes de que se me quiten las ganas de salir. Había tenido una semana dura y lo cierto es que me apetecían un par de cervezas.

A la media hora bajabamos por paseo de san juan dirección marina, caminando, el tío no había dicho nada en todo el rato, por fin, con su voz de ultratumba me preguntó.

- Sabes donde vamos?
- No, a Marina, está lleno de bares, algunos de ellos incluso soportables – le respondí con desgana, no me gustaba como había tratado a Raquel.
- Bueno, algo encontraremos. Antes de nada debes saber que hay tres reglas importantes que debes cumplir, primero no me toques, todo yo soy extremadamente venenoso, segundo no me des la espalda y tercero no me interrumpas cuando hablo. Es sencillo – espetó el monstruo mientras me apuntaba con su dedo acusador.
- Esta bien, como quieras... - Empezaba a caerme bien, en el fondo me pareció un monstruo más, con sus delirios y sus filias.

Andamos durante casi una hora, deambulando por las calles de la ciudad, de bar en bar, charlamos largo y tendido, le expliqué que hacía días que no me sentía bien conmigo mismo. Se podría decir que lo tenía todo. Una novia que me quería, me cuidaba y me daba libertad, un buen trabajo, dinero y algo en que gastarlo, una buena moto y una familia inteligente y sagaz. Pero que aun y así me sentía vacío de algún modo, como si la felicidad fuera la zanahoria del caballo.

- Se de que me hablas – contestó con un leve rujido, mientras arrancaba sistemáticamente la etiqueta de la quinta cerveza con dos de sus largas zarpas
– He existido desde casi el albor de los tiempos, recuerdo civilizaciones que vosotros jamás conoceréis, he tenido amantes de todo tipo, lujos inimaginables, soy poderoso e inmortal y aún y así. Cual es el objetivo? No hay nada, solo el día a día.
- Exacto, yo pienso lo mismo. Bueno va a días, parece que la felicidad consiste en una proyección que se mueve delante nuestro, fugaz e inalcanzable – comenté emocionado, yo también iba por la quinta.
- No te pongas poético, no tiene nada de sarcástico – farfulló el demonio.
- Vamos a otro bar, va.

En cada lugar al que ibamos la historia siempre era la misma, gente gritando, muerte, enfermedad e histeria colectiva. Al final compramos unas latas de cerveza a un paquistaní que nos rogó de rodillas que no le pagáramos. Nos fuimos hasta la playa y nos sentamos en las rocas del espetón, la mayoría de la gente se lanzó al agua excepto un par de drogadictos.

- En el fondo, es esa misma vacuidad la que os hace especiales a los mortales, la náusea, siempre esperando a que llegue vuestro momento, nunca contentos con el presente. La presencia de la muerte os empuja a enfrascaros en proyecto tras proyecto, esperando que el próximo sea el auténtico. Es la pasión mortal, envidiable – argumentó El monstruo, visiblemente ébrio.
- Si, supongo que es eso – contesté, meditando sus palabras y apurando el cigarrillo.
-La felicidad es pasajera, eso es lo que se debe comprender, no va más allá de unas risas en un bar, del beso a la desconocida de la falda corta. No es un estado permanente, es un destello, limaduras de hierro que se apagan al enfriarse, casi al instante – dijo B.
- Sabes, aunque mancilles todo aquello que se halle en tu presencia, eres un buen amigo, me gustaría que te quedáras en mi casa una temporada, podríamos repetirlo – al instante de pronunciar esas palabras me dí cuenta el error, bajé la mirada y más allá del suelo vi escrito en coloridas luces de neón “si lees esto, es que todo va mal”. El no contestó, el sol empezó a salir dejando a la vista una alfombra apestosa de peces muertos en el mar.


(dibujo de Pau MF, mutante de la sombra)

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