miércoles, 26 de marzo de 2014

Figura en trance

A veces me siento
como el guardia que le lleva agua
a un prisionero.

No hay nada más perturbador
que los dedos de un hombre
recorriendo las paredes a oscuras
durante la noche.

Reptando en busca de respuestas,
acumulando porquería detrás de las puertas,
tropezando
en las trampas de la sugestión.

Hay ocasiones en las que nunca sabrás,
si la empujaron, o si saltó.

Ver tu sombra colgando del cuerpo de tu padre
muerto colgado de tu sombra, por el cuello.

Las razones son variadas, diversas.
La montaña sagrada,
cuanto más viejo,
más escalones.

La futilidad.

dando vueltas, arriba y abajo,
que es lo que conocen?
que saben?

puedo hacerlo, si tu quieres.
si tu lo dices.

el último viaje, pasa por el puente flotante,
nunca olvidaré ese puente flotante.
Ni el libro de Enoch.

miércoles, 24 de abril de 2013

Ella


Durante el camino que hay desde que salgo por el portal de casa, hasta que llego a la entrada del metro, apenas transcurren siete minutos. 

Siempre tengo buena actitud cuando salgo de casa, siempre me han animado las mañanas, recién duchado - agua fría, siempre -, desayunado, con la ropa limpia, buena música - al principio casi siempre suena children of the cave, de black sabbath - y la predisposición del que no tiene nada que perder, parece que va a ser fácil, que vas a disfrutar esos siete minutos.

Siempre me encuentro a la misma gente, no siempre con todos cada día claro, pero cada dia me encuentro dos o tres, al salir de casa, la que nunca falla, es Ella.

Las dos primeras calles son de transición, de introspección, callejuelas que discurren como riachuelos, afluentes de la Ronda Sant Pau. Un preludio perfecto, antes de ver a los de siempre, un tiempo necesario, lleno de experiencias sensoriales, el olor de la panadería es el mejor, cierras los ojos medio segundo, aspiras con fuerza y notas como tu voluntad se derrite, como la fuerza se te escapa. Pero no todo es tan agradable, vivo en el antiguo barrio Chino.

Los containers, tiras la basura y estalla en tu mente un amalgama de matices domésticos, nacidos con un propósito, crucificar tu mente. Es el barrio Chino, la gente vive en la calle todavía, hace vida en la calle, come en la calle, bebe en la calle, lo hace todo en la calle. Día y noche. Al final aceleras el paso con la vista fija en la cafetería del otro lado de la Ronda, si tienes suerte, te encuentras al butronero de Europa del este, paseando sus hurones.

Es un ser humano, una persona común, no hay duda que ha visto tiempos mejores en su vida, pero nadie que no tenga un pasado turbio e incontestable, puede pasear dos hurones a las siete y media de la mañana, siempre con sus pantalones manchados de pintura, su gorra azul desgastada y salitrosa y su sonrisa eterna y un tanto esquizofrenica. Me gusta pensar que un día tomó una decisión, se acabó la mala vida. 

Un trecho más adelante, a veces a la par que el butronero, sube el niño del pelo panocha, no es pelirrojo, su pelo es naranja intenso, lleno de pecas, se le intuye que está dando el estirón, con su cara de niño-hombre, sus hombros anchos y su andar desgarbado, lleva la carpeta del cole como una chica, cruzada delante del pecho, y la mochila arran de espalda. Me da pena, se que ese chico no lo va a tener fácil a corto plazo, en diez años, ya hablaremos.

Si he cruzado al otro lado, para comprar el bocadillo - siempre partido en dos, la mitad ahora y la otra a las once -, puede que me encuentre a los rockeros reconvertidos a agentes imobiliários. Me caen muy bien, deben rozar los cincuenta, altos, delgados, con el pelo revuelto y la mirada difícil, están muy enamorados, lo se. Los envidio en secreto durante un rato, mientras black sabbath termina con sus minuto de psicodelia bien ejecutada y Cielo Negro, de Toundra da sus primeros hachazos con el bajo. Yo quiero eso. Yo quiero eso.

Luego viene lo más duro, el ex boxeador del banco. Machacado, desdentado, con su gorro de Rocky, sus pantalones de chándal y su chaqueta de cuero negra y curtidisima. Con la mirada perdida, la mente en blanco, los ojos acuosos y amarillentos, la nariz rubicunda y venosa, el tampoco tiene nada que perder, y eso me asusta.

Luego a veces cruzo, a veces no.

El Chino que prepara las mesas de la terraza con precisión milimétrica me cae mal, es un perfeccionista, odio el perfeccionismo, nos lleva a un mundo de automatismos, desapasionado, coartado, me dan ganas de pegarle una patada a una silla, de subirme a una mesa y bajarme los pantalones, me pone violento. Prefiero cruzar si está el Chino, demasiado aplicado para mi caótico devenir...

... Los borrachos de la plaza Lleialtat, numerosos, sin casta, sin raza, sin credo alguno. A veces me quedo perplejo de los pedos que llevan tan temprano, y se que no es de llevar toda la noche bebiendo, es que se emborrachan muy temprano, les veo abrir los cartones de vino, las fantas con whisky barato, o lo que sea que le echen porque en realidad nunca lo he sabido, pero dudo que sea solo fanta. Me dan ganas de comprar unos cartones un dia y regalarselos, a cambio de que me dejen quedarme un rato con ellos. Siempre ríen, siempre se empujan en plan bromista, a esa hora, hasta parecen felices. Al mediodía cuando vuelvo, la cosa cambia. Despojos de vidas olvidadas, no puede haber nada peor que una vida olvidada. Hoy tenian musica puesta, me gustaría vivir con ellos. unos días al menos.

Al final llego a la frutería, delante de la boca del metro, dos o tres veces por semana compro manzanas, plátanos y naranjas. El frutero es gay, le gusto. A veces me hace descuento, o me regala algo. Es un buen tipo, pero tiene mala cara, nunca sabes quien tienes delante, que le habrá pasado en la vida, que problemas increíbles habrá superado, nunca lo sabes. Por eso me gusta inventarme sus vidas. 

Entonces suena la última canción, siempre que salgo de la frutería, no quiero entrar en el metro, hasta que no termine, porque el metro es otro mundo, otra historia, otra gente.

Head Home, de Midlake. Llevo un año escuchandola sin parar. Y me acuerdo de Ella, a veces incluso la veo, ahí, al otro lado de la calle, en el semáforo, y me quedo toda la canción en el semáforo, viendo como cambia de rojo a verde, de verde a rojo....

El deseo. Elevo plegarias a dioses que no conozco y en los que no creo, pero da igual, yo pido! porque rezar es pedir. Conjuros, cábalas, consultas oraculares... todo funciona, y me siento agradecido. No necesito que Ella tambien me vea, se que me ve aunque no esté allí. Solo quiero que pase un rato conmigo... 

Por que pensar en Ella, es como volver a casa.

martes, 23 de octubre de 2012

No me importa


-
todo lo que importa es tomar una decisión,
tener una idea, un plan.
salvar el mundo, beber hasta morir,
amar verdaderamente, o matar a alguien.
-
a quien le importa?
es una carrera,
que a nadie le importa.
-
nada me cansa, porque nada me importa.
-
las preocupaciones,
me importan,
del mismo modo
que los laberintos.
-
es una carrera,
una competición.
la última clasificación,
mejor retírate, no estas en forma.
que lástima, con lo guapo que eras.
-
y cuando desaparezcas, no saludes, das vergüenza.
-

CADA TU

Nunca fui una persona en quien confiar,
por eso paso mis días solo.
Producto de una familia,
aterrado por las noches,
despoblado.
-
En estos días en los que se intuye el invierno,
se intuye la asincronia ventricular.
Esto me recuerda que todos tenemos miedo,
en estos días, en los que no creemos.
En nada.
-
Nos veremos al fin, con los ojos negros pintados,
inmolados.
El amargo final! como los senescales,
empapados en sudor y aceite y manteca.
No hay que tener miedo.
-
Si todo el mundo viera lo mismo que yo,
no sería el único,
ninguna veneno es buena escusa,
cada tu y cada yo,
sometidos a veto eterno.
-
Fricción, aplastamiento y pecado.
-
Muerte, no física.
-

miércoles, 8 de febrero de 2012

Ira contenida en el microbús.


Llegan siempre como un enjambre,
cacareando vocingleras,
dios mío como las odio.
Más que a los espejos.
-
Con sus culos grandes,
su mirada grasienta,
su hedor, rancio y corrupto.
Las odio más que al agua fría,
-
por la espalda.
-
Se sientan a mi lado,
hablando de nada,
sin mover casi los labios,
encalladas en una vida estúpida.
-
ancladas, atoradas, varadas.
-
Con su idioma absurdo,
indescifrable.
Con sus desproporcionados Bocios,
que amplifican su estulticia.
-
Su lengua se mueve más que el resto
de los músculos de su cuerpo.
hieden a fracaso.
no entiendo porque no se callan.
-
Para siempre.
-
E intentan llevar su naufragio emocional,
en un digno,
modesto y gratificante,
silencio.

martes, 13 de diciembre de 2011

El Oráculo




Catarina no era una mujer mayor, ni fea. Aunque depende del ángulo des de el que la mirases, podía parecerlo, o eso decían. Tampoco había muchas Italianas pelirrojas en Filettino, un pequeño pueblo de quinientos habitantes a noventa kilómetros de Roma. El pelo era herencia de su padre, igual que el apellido, Eamon Mac Cárthaigh. Catarina Ó Cárthaigh.

Mucha gente creía que todos los apellidos Irlandeses empezaban por Ó y que los Escoceses empezaban por Mac. En realidad en Celta, Mac significa hijo de i Ó significa nieto de. El tema de los apellidos era mucho más complicado, pero la madre de Catarina, que también se llamaba Catarina, insistió en que ya era suficiente problema para una chica Italiana tener el apellido Ó Cárthaigh.

Yo, la encontraba preciosa, a mi particular manera.

Catarina no se casó, pero tuvo un hijo, al que llamó Sheamus. A una pelirroja, guapa y joven, en un pequeño pueblo de Italia a mediados de los años cincuenta, nadie le perdonó tener un hijo sin padre, así que no le quedó más remedio que criar al chiquillo por si misma. Catarina heredó la granja de sus padres a los veintiún años, cuando ambos fallecieron por un escape de gas en la planta alta de la casa principal, ambos estaban enterrados en el jardín. Al año siguiente tuvo a Sheamus, en casa, sola.

Cuando yo llegué el chico tenía ya once años. No había recibido la maldición del pelo de su abuelo, pero tenía la cara entera llena de pecas que delataban parte de su ascendencia nórdica. Catarina se ganaba la vida cultivando verduras y alquilando el molino centenario que había a pocos metros de la casa, al lado del río. Por si fuera poco, Molinera. La gente del pueblo lo llamaba el Molino de la Madam.

Yo llegué en invierno, a mediados de Noviembre, justo cuando la fortuna familiar se me había acabado y apenas me quedaba para sobrevivir unos meses. Mi hermano siempre me decía “Gabriel, vas a acabar solo y mal”. Después de que muriera en la guerra, mis tías me habían querido internar en un sanatorio, pero mi padre me educó bien, y pude arreglármelas por mi mismo durante unos cuantos años. Debido a mi invidencia, la cantidad de cosas a las que podía dedicarme eran ciertamente limitadas, pero a mi padre nunca pareció importarle, contrató a los mejores maestros y empezó una empresa de grabaciones para ciegos para que yo la continúase. A los pocos años no me quedaba nada, así que decidí buscarme una habitación en el campo para vivir tranquilamente, escuchando mis discos de música y mis grabaciones, y dedicándome a mi otra gran pasión, la consulta oracular.

Los primeros meses en casa de Catarina fueron bastante problemáticos, hubo que acondicionar la casa para que no me tropezara con todo, pero al final conseguí cierto grado de comodidad. Para Catarina era el huésped perfecto, el dinero le iba muy bien ya que el Molino cada vez daba menos beneficios, y tener a un ciego en casa le daba cierta credibilidad altruista y beata, de la que no andaba falta. Nunca entendí, porque algunas personas parecen creer que los ciegos somos eunucos asexuales carentes de pasión.

Una noche, pillé a Sheamus hurgando en mis cosas en mi habitación del piso de arriba. Catarina jamás subía al piso de arriba des de que murieron sus padres, siempre mandaba a Sheamus a realizar las tareas.

Sheamus, eres tu? - pregunté alzando la voz, airado.
Si Señor Gabriel, lo siento mucho por favor no se lo diga a mi madre, es que... solo quería saber si eran mágicas de verdad - de disculpó Sheamus, muerto de vergüenza.
Las cartas o las monedas? - le pregunté, sentándome en mi sillón al lado del gramófono, e invitando con un gesto al crío, a que se sentara en la cama.
Las dos cosas, he oído en el pueblo que cuando usted les da la fortuna, casi siempre acierta - Sheamus empezó a animarse
Casi?... vaya... parece que tendré que aplicarme más!

Pasamos la tarde charlando, le expliqué las diferencias entre el Tarot Francés y las monedas Chinas del I-Ching. Mi Padre había sido un gran comerciante y filántropo, poco hubiera imaginado que su hijo ciego se ganaría la vida de tal manera. Sheamus no paraba de hacer preguntas, lo noté realmente interesado.

Sabes Sheamus, existen muchos oráculos diferentes, pero todos obtienen su poder de la misma fuente, puedes llamarla energía cósmica, sugestión o magia, como te parezca. - intenté explicar al chico
No se que significa sugestión - preguntó Sheamus, con un tono que no admitía réplica.

Cuando se ponía así era imposible escapar a su voraz curiosidad, y a mi a veces se me olvidaba que hablaba con un crío, pues después de toda la vida realizando muchas de las tareas propias del hombre de la casa, aquel chiquillo tenía un porte muy maduro.

Pues el poder que tiene, creerse algo aunque no se sepa realmente si es cierto, como algunas religiones, por ejemplo. - le expliqué, en tono cordial.
No se si lo entiendo del todo.
No importa, ya lo entenderás. Mira, creo que tengo algo para ti, mucho más adecuado.

Busqué en el fondo de la mesilla redonda que utilizaba cuando leía la suerte a los habitantes del pueblo, coloqué una mantel de terciopelo blanco que me había regalado mi madre y vacié el contenido de un pequeño saquito de gamuza granate, las piedras cayeron en cascada tintineando. Sheamus las miró maravillado.

Que son? - preguntó, inquieto.
Son Runas, un oráculo Celta. Según tengo entendido tu tienes sangre Irlandesa.
Como se usan?

Le expliqué como funcionaba el oráculo, hacía rato que sabía que su madre estaba escuchando des de la escalera, sin acabar de subir al primer piso. Los ciegos escuchamos mucho mejor que las demás personas. Trabajé muy bien cada una de mis palabras, quería mostrarme como un hombre culto, atento e inteligente. Pasamos así mucho rato, mientras Catarina escuchaba, debí hacerlo muy bien, pues durante las siguientes semanas Sheamus sólo vivió para consultar las Runas y preguntarme por el Oráculo.

Catarina se mostró des de ese día mucho más amable y atenta. Una noche después de acostar a Sheamus nos quedamos solos en la cocina, Tchaikovsky y su Pas de Deux sonaban lejanos en el gramófono, bebimos vino, hablamos y hablamos, el vino hizo su efecto y Catarina apartó con cuidado la mesa de la cocina, me hizo levantarme y bailamos durante lo que a mi me pareció una dulce eternidad, luego nos besamos y aquella noche fue la primera en la que dormimos juntos.

Tuve que hacerme el sorprendido, como si yo no tuviera ni idea de que todo esto iba a ocurrir.

jueves, 3 de noviembre de 2011

En el imperio de las mentiras.


quizás permanezca a tu lado
tumbado, acariciándote.

quizás coma cerezas de los árboles,
mientras pajaritos azules
me tiran de los pelos delicadamente,
y disfrute desnudo
de los rayos de sol que me bronceen.

quizás tenga un posibilidad,
un camino.

quizás, con mucha destreza,
logre saltar ríos piedra a piedra,
corra por las copas de los árboles
y me detenga, acuclillado,
en altas piedras de acantilados.

quizás tenga una oportunidad,
en el imperio de las mentiras.