martes, 29 de diciembre de 2009
Friedrich Nietzsche
Todo aquel que luche contra monstruos, ha de procurar de que al hacerlo no se convierta en otro monstruo.
Dengue
martes, 22 de diciembre de 2009
Mi herencia
Mi herencia no es el vacío.
Es la nada, tibia.
Directamente fuera de la nada,
se encuentra el vacío.
No coexiten.
No vienen directo a mis brazos,
para ser abrazadas.
-
No a la vez.
-
No me siento vacío,
porque no siento nada.
La ausencia sublime
de una traición perfecta.
El crimen perfecto,
las piernas perfectas.
Dios mío!
No puedo cruzar el puente
y quemarlo.
-
No a la vez.
-
La nada ronronea en tu pelvis,
te estira los dedos de los pies,
te aprieta los dientes,
te moja los labios.
A la nada no la escuchas venir,
explota como un sol moribundo,
justo detrás de ti.
-
El vacío no es mi herencia.
Ni la irreflexiva pasión desollada.
-
Mi herencia es una mano roja y fría,
congelada.
Es un pozo de almas condenadas
por todo aquello que podían hacer.
Mi herencia es el dinero fácil,
es la saliva dulce que te tragas,
como cuando chupas un botón roto.
Mi herencia es la nada tibia,
los ojos de niño pequeño,
la muerte del que me vigila
en mis pesadillas,
el que sabe lo que digo,
el que me habla desde la pared,
es un hombre, un nombre, un necrófago.
-
Mi herencia es el dios de los lugares marchitos.
Es mi sangre, son mis ojos.
Es la yema de mis dedos.
Son momentos fugaces de seguridad.
el vacío no existe, la nada es el fuego de abraxas.
-
Mi herencia soy yo,
Mi herencia soy tu.
eterna,
preciosa.
Toda mi perfecta nada.
sábado, 19 de diciembre de 2009
Dramatis personae
Utilizo soportes improvisados
para aguantarme el mentón,
mientras trabajo en un nuevo proyecto.
Estoy centrado en esquivar las manadas.
-
El dia del dolor se acerca.
-
Cuando uno preceda al otro,
en su inevitable, dulce y bucólico
crepitar.
-
Espero que lo hagas mejor que yo,
me digo a mi mismo.
Despacio, sin prisa, sin confianza.
Lugares perfectos
He descendido por mis propias exhalaciones
hacia regiones de silencio y oscura tranquilidad.
-
Lugares antiguos, vacíos, de piedra negra, húmedos.
-
Lugares ruinosos, oníricos, lugares desterrados de si mismos.
-
Lugares donde la ropa no existe, donde el frío te abriga.
-
Parajes muertos, donde el viento arremete en silencio,
calimas de gas que te impregnan la garganta
con un sabor delicioso a almendra amarga.
-
Solo la arritmia inercial de la voz de un dios viejo,
solo la pulsión de lo que los otros desean que desee,
me hace regresar a este mundo de corazones poseídos,
potenciales y tiempos invertidos.
No mereces nada
No has visto como la nada a tu alrededor
se convertía en una fina película de humedad
que te impedía deambular con normalidad.
-
No has escuchado canciones eternas de tres notas,
ni has degustado cuadrantes de piel salvaje,
ni glorias pasajeras, ni despropositos humillantes.
-
No has hecho casi nada.
-
Y sin embargo, parece que lo roces todo,
parece que delicadamente lo impregnes todo.
A veces sutilmente, a veces como un animal
que destroza la corteza de un árbol,
con sus garras y su espalda.
-
No has hecho casi nada,
de lo que resulta tan fácil para mi.
-
Porque supongo que realmente, no lo mereces.
-
viernes, 11 de diciembre de 2009
jueves, 10 de diciembre de 2009
Relato 5 - CARRINGTON
Fuera llovía a cántaros, los niños jugaban en el barro. Estaban muy exaltados porque su madre les había dado permiso para ensuciarse todo lo que quisieran, algo totalmente extraordinario.
Leonora los observaba desde la ventana de la buhardilla, sentada en la mecedora, con una sonrisa en los labios, y taqueteo de crispación que la obligaba a palmearse el muslo con la mano, inconscientemente. Llevaban ahí afuera más de una hora, encantados de la vida, destilaban inocencia. De vez en cuando Gabriel, el mayor, saludaba a su madre desde el jardín, como buscando su aprobación. Sospechaba algo, pero no sabía que exactamente. Los niños son muy perspicaces, pero a menudo les falta la experiencia de la vida para interpretar los signos.
Leonora suspiro profundamente, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, mientras se mecía. Habían pasado tantas cosas en los últimos días, la vorágine de destrucción que la rodeaba había conseguido destrozarle la mente. Empezó por perder la visión periférica, observaba las cosas focalizandolo todo en un mismo punto. El mal en estado puro, el mal en su esencia más diáfana. El mal.
Cuando Adas murió, tres semanas antes, le pareció casi un alivio, siempre había sido un egoísta y un cobarde. Un artiste, murió en una pelea en una taberna del pueblo. Leonora se trasladó entonces a la mansión de sus padres. Volvió a palmearse el muslo, era inevitable.
Las nubes se distrajeron un poco y unos pocos rayos de luz se filtraron hasta la ventana de la buhardilla, Leonora abrió los ojos molesta – no, ahora no quiero luz – y como si de una orden divina se tratara, las nubes volvieron a cerrarse. Lentamente, acarició las cuentas del heredado collar de perlas, una pequeña reliquia familiar. Había subido al desván instintivamente, le encantaba, era un lugar mágico, nostálgico y triste. Se había desnudado y había rebuscado entre los armarios y los baúles allí olvidados, repletos de ropa de su abuela, se había vestido con un conjunto color crema, un pañuelo de satén y un sombrero color sepia a conjunto. Ropa de los años veinte, anticuada y cara.
Quien cuidará de los niños ahora, pensó fugazmente. Bah! Eso que importa, que los cuide el mal, el demonio, o quien sea. Se obligo a dejar de palmearse, cogió una de las tres naranjas que había subido con ella y la empezó a pelar, con una mano, como le gustaba hacerlo. Desde pequeña había aprendido a hacer cosas con una sola mano, pelar naranjas, liar cigarrillos, vestirse. Dejó caer las pieles al suelo, el olor de la naranja la apaciguó por unos instantes, sin que le cayera al suelo ningún gajo, se la fue comiendo.
D E S P A C I O
Al terminar se levantó, paseó distraída por el desván, observando los objetos meticulosamente. Leonora nunca había sido una persona irascible, siempre había sublimado las emociones, siempre había medido las palabras. Pero ahora estaba furiosa, enervada por la muerte de Adas. No podía soportar la idea de no volver a verle jamás. Siempre había actuado correctamente, en numerosas ocasiones había realizado ejercicios de introspección, de destrucción del ego, de autoanálisis. Ser mejor persona, ser madura, ser alguien loable, ser buena. Y para que?
Su único deseo era que Adas volviera, hacer el amor con el una ultima vez!, poner la televisión, apretarse contra el en el sofá, y dejar que el resto viniera por si solo.
Nada de esto iba a ocurrir ya, se suponía que debía actuar como siempre, por encima de las circunstancias, como se esperaba de ella, sin miedo – eres una mujer fuerte Leonora – le decían todos – lo superaras. Basura, por un momento había llegado casi a creérsela. Pero no, después de tanto tiempo caminando encima de una delgada linea colgada del más negro vacío, mirando siempre hacía la luz, de espaldas al mal, por fin, se había dado la vuelta. Maldad obscena, crueldad y daño, solo le apetecía desatar su furia, gritar con todas sus fuerzas, mancillar todo aquello que se cruzara en su camino.
El desván era como un cofre gigante lleno de sueños marchitos, vestidos, fotografías viejas y anónimas, los muebles de mamá, el estropeado maquillaje de una tía olvidada, la pistola de papá.
Escupió en el suelo y poco a poco, a pequeños pellizcos, fue arrancándose el pelo a diminutos mechones.
martes, 8 de diciembre de 2009
La tarde
Las tardes se consumen rápidas
como un fuego negro y sin crepitar,
no mas allá del murmullo de la
gente que pasea chismosa.
.
No quedan muchos consuelos agradables,
no quedan demasiadas cosas por hacer,
no mas allá de mirar por la ventana
el cielo blanco y gris y la tarde.
.
Que lentamente, se escapa para siempre.
Zorra de ónice
Has estudiado
en las mejores academias,
en las cabañas de pantano,
en los peores burdeles,
los de pasta.
Tu procedencia impía
te ha abierto muchas puertas.
Siempre lo he sospechado,
cuando me llevabas
por autopistas
abandonadas y en ruinas,
y caminando sin rumbo
te descubría por sorpresa
con ese hierro candente,
al rojo,
que te gusta tanto,
dibujando símbolos y cábalas
en mi espalda.
siempre que haciendome
el dormido
notaba como espolvoreabas
trozos de tu piel,
viejos y machacados,
para que yo los inhalase
mientras le susurrabas
palabras extrañas
a tu horrible gato
que me soplaba los tobillos
y luego te miraba
buscando tu aprobación.
Se me detenía el corazón
cada vez que hacíamos el amor
y me daba cuenta de que esos,
no eran tus ojos.
De que esa, no era tu expresión,
de que te habías alquilado
por un rato a alguna de tus
espantosas amigas del colegio.
Apostandote lo que no tenias,
y perdiendolo como siempre.
Cada vez que te hablaba
de niños,
y amanecía el cielo amarillo,
enfermo.
Cada vez que me despertaba
y te encontraba sudando,
sin estar allí.
Debí suponerlo.
Cada vez que tu gato
se ponía entre los dos
cuando te tocaba los pechos
por la mañana
en la nevera.
debí caer en la cuenta
cada vez que me prohibías
entrar en tu cocina secreta
para elaborar tus pócimas.
Cada vez que se te erizaban
los huesos.
Huesos que yo no tenía,
ni nadie que yo conociera.
Cada vez que me prohibías
entrar en tu biblioteca,
con tu libro de conjuros
odioso.
Con tus pergaminos y cartas,
con tus ratas parlantes,
y me sentaba en el suelo
para contar las cuchillas
de mi motosierra
como si fuera un rosario
mientras rezaba al dios
de los lugares vacíos.
Y te decía que pusieras
los pies en el suelo,
pero tu siempre andas
de rodillas.
Luego...
Encendías la televisión
y te tumbabas en el sofa,
y te sacabas un pecho
por encima del vestido negro
de tu abuela,
el que siempre llevabas.
Y me invitabas a estirarme
contigo.
Y me mesabas el pelo,
y me dabas de beber filtros,
y me cortabas el filete
despacio, sin prisa,
y me lo ibas dando de comer.
Y el gato infernal
me calentaba los pies
y me lamia los dedos.
Y tu me besabas la frente,
y bajabas el volumen
y me apretabas contra ti.
Era entonces
cuando absorbías toda
mi felicidad,
y era tan dulce
que me sentia unico
y alegre
y me cantabas al oído
historias de niños
cojos y mancos.
Y nos reíamos tanto.
Era entonces,
cuando sabia que estabas
a cien mundos de mi.
Pero que me amabas
porque yo sabia quien eras
aunque no dijera nada,
y porque tu sabias cual era
mi destino.
y eso no te lo ibas a perder.
jamás.
lunes, 7 de diciembre de 2009
Un último roce
Me arde el dedo anular.
Observo el exterior
como si estuviera
dentro de una camara
de vídeo
-
He perdido la visión periférica
y el respeto por mi mismo.
-
Mi Yo Padre siempre me decía
"si pierdes el respeto por ti mismo
estas acabado".
-
Pero mi Yo Madre dice que,
"solo están solos los que
no tienen amigos, y solo son
unos fracasados, los que no
los conservan"
-
Los dos están vivos para mi
-
Me he dormido en el sofá,
y he soñado, brevemente,
un último roce.
domingo, 6 de diciembre de 2009
Paisajes parciales
Esta inconsciencia colectiva,
diafana,
la falta de tacto de todo lo
que me rodea, sicaliptico,
triste, mal hecho.
-
Todo esto me rebana la piel,
a delgadas lonjas,
como con un diminuto cuchillo
de pelar fruta.
-
Persigo las notas de esa canción
con lijeros movimientos de cuello,
no cierro los ojos, se me cierran.
Y no encuentro la paz.
-
Solo las columnas de la creación,
que me impiden ver
nada en su totalidad.
en la habitación de arriba
estoy arriba
a que si?
y comodo,
y como de todo,
hasta el empacho,
y canto,
aquí arriba,
si señor.
y hablo con el demonio
y el tio me hace
brouum broumm
con los puños
y cara de velocidad
y hablo con el señor
y el tio me hace
zass zass
con una espada invisible
y cara de mala leche
y me consume
la alergia que siento
por esta vida vacía,
vacía.
y un micro caro
baja desde el cielo
y anuncia los esquinas
del cuadrilátero
pero no suena
la campanilla
porque mientras tengas
algo que decir
no tienes
contrincante
Relato 4 - HARRIET
“De confirmarse su edad, Harriet, la tortuga que tenía cinco años cuando Darwin llego a Galápagos, sería la criatura más antigua de la Tierra, según informa hoy el diario británico The Times.” - que se sepa, añado yo -
Hoy cumpliría ciento setenta y cinco años, pensó Harriet mientras comía berenjenas, judías y perejil. Peter Wickman, el conservador del zoológico de Australia, donde Harriet vivía desde mil ochocientos cuarenta y uno, era testigo de su longevidad, y de otros atributos de la vieja tortuga, que la gente desconocía.
Peter encendió el pequeño motor de gasolina que proporcionaba electricidad al recinto de Harriet. Las luces parpadearon, era temprano por la mañana, el frío se hacia latente en los erizados pelos de Peter, y en la cabeza recogida y temerosa de Harriet, oculta dentro de su enorme caparazón. Siempre había un poco de niebla por las mañanas en el zoologico, frío niebla y humedad eran las tres constantes habituales. Unos monos gritaron al fondo, mientras se peleaban por el desayuno, y un rinoceronte joven, bostezó con los ojos cerrados.
“Buenos días a todos, habitantes de Bristbane, hoy tenemos una gran noticia, nuestra querida tortuga Harriet va a cumplir ciento setenta i cinco años! Desde la WKRP le deseamos un feliz cumpleaños y que cumpla muchos más!”
La radio se encendió con la llegada de la energía del generador a gasolina, Harriet asintió, dentro de su caparazón, sacó la cabeza un instante, mordisqueó otra berenjena y esta vez ya no volvió a meterse dentro. Era un viejo transistor de los años treinta, uno de los primeros que se fabricaron, se lo había regalado la mismísima nieta de Charles Darwin, cuando Harriet cumplió los cien años, parecía que aquel aparato, le había devuelto la vida. No en vano los primeros dispositivos estaban realizados con algunos materiales, que hoy en día a nadie se le ocurriría incluir en un objeto de uso cotidiano.
- Buenos días Harriet, ya has decidido despertarte? - preguntó Peter.
- Por supuesto, sabes que siempre me despierto cuando enciendes el generador, no esperarás que a mi edad cambie de costumbres, jovencito.
- Hey! Que yo soy viejo también, al menos para los humanos! - contestó divertido Peter. Harriet siempre conseguía arrancarle una sonrisa por las mañanas
- Setenta años, bah... yo a tu edad todavía retozaba alegre entre los juncos, con mi Tom... - de pronto Harriet enmudeció, hacía tiempo que no pensaba en Tom.
- Harriet...
- No pasa nada... estoy bien.
Tom era la otra tortuga que Sir Charles Darwin se trajo de la Española, en su eterno viaje en el Beagle. Inicialmente eran cuatro, Harriet tenía entonces solo cinco años. Dos de las cuatro murieron a la primavera siguiente, las otras dos, Tom y Harriet fueron llevadas a Plymouth y luego a Bristbane. El roce hace el cariño y aunque al principio Tom era un poco rudo, al final Harriet se enamoró completamente de él, se casaron en mi ochocientos cincuenta y nueve.
Tom murió en mil novecientos ventinueve, pero no quisieron decirselo a Harriet, pensaron que no lo superaría porque ya era muy vieja. En su lugar, le contaron que había desaparecido, que quizás la habían raptado traficantes de reptiles para incluirla en la colección de algún magnate ricachón, Harriet se consolaba con eso.
- Sabes, de hecho me siento mejor que nunca! - Harriet sonrió esplendida. Acabó su desayuno y salió al patio, un vallado bastante amplio, no en vano ella era una de las estrellas del zoológico. Harriet extendió su largo cuello, se encaramó a la valla y apoyada en sus codos se hizo trompeta con los huecos de las manos.
- Murphy! - gritó Harriet, apuntando su trompeta manual hacía el vallado del rinoceronte joven – Muuurphy!!
- Que si! Que si! (vieja choha, musito por lo bajini Murphy) ya la he oído señora Harriet! - el rinoceronte se acercó a la parte de su vallado que quedaba más cerca de la de Harriet, mientras, Peter limpiaba un poco la caseta de Harriet y escuchaba la radio.
- Hoy cumplo ciento setenta y cinco años sabes Murphy! - masculló orgullosa Harriet.
- No puede ser señora Harriet, no aparenta usted más de, uhmm, no más de ciento veinte sin duda. - la halagó Murphy con aire picarón.
- Jajaja – se rieron los dos al unísono.
Varios Habitantes más del zoológico fueron desperezandose y mientras desayunaban saludaron a Harriet desde sus respectivos vallados.
- Hey harriet! Estas para comerte! Jeje - le rugió Howard el león desde lo alto de su roca – si tuviera ciento cincuenta años más ibas a saber lo que vale un peine!
- UOH! Será descarado este León! - Harriet fingió escandalizarse – vamos vamos,
- Felicidades Señora Harriet! - gritaron todos los monos, gacelas y loros.
Thompson, un orangután viejo pero muy enérgico le tiró un plátano de su desayuno.
- A su salud señora Harriet! - la felicitó desde lejos.
El plátano cayó justo a las espaldas de la tortuga. Esta dejó de apoyarse en la barandilla con los codos y lentamente se dio la vuelta para recoger el plátano, que había caído entre su caseta y la valla.
“ bien amigos! Como sabemos de sobras que nuestra querida Harriet escucha mucho la radio, y todas las mañanas se levanta con nuestro programa, hemos decidido darle una sorpresa, tenemos aquí con nosotros a Tom! la tortuga que la acompañó durante tantos años hoy ha venido de visita a la radio, buenos días Tom “
A Harriet le dio un vuelco el corazón, durante un instante pensó que no le volvería a latir nunca. Se acercó a la radio lentamente y musitó.
- Tom? Eres tu? - sabía que no podia escucharla, pero le salió sin querer.
“ Hola Harriet, he venido hasta la radio para desearte un feliz cumpleaños, espero que todo te vaya bien, yo estoy muy bien, viviendo en casa del sultán de oriente, tengo todos los lujos que uno se pueda imaginar. Me han dicho que tu tampoco vives nada mal y que tienes muchos amigos. Me alegro sinceramente, bueno, Felicidades! Jeje, me gustaría decirte, que todavía te quiero mucho, cuidate!”
Harriet murió poco tiempo después, el 23 de junio del 2006, rodeada de sus amigos. Peter Wickman, veló por ella toda la noche. Peter comunicó a todos los animales que había muerto feliz, y que las últimas palabras que había dicho fueron.
- Maldito truhán, menos mal que en Oriente no hay tortugas, adiós Peter.
Mientras le decía estas palabaras, Harriet miró a Peter de reojo, por encima de las gafas, durante unos eternos segundos. Peter le aguantó la mirada todo lo qeu pudo, hasta que finalmente claudicó y sonrojado se puso a llorar. Harriet le sonrío y exaló un largo suspiro, aliviado y feliz. Ahora se reuniría con su viejo Tom, que desde luego, no estaba en ningún harén de oriente.
sábado, 5 de diciembre de 2009
Relato 3 - CADÁVER
Se casó a los treinta y dos años. Ahora estaba sentada al lado del cadáver, leyendo un libro pequeño de André Gorz, una carta a su mujer, ambos se suicidaron. Cerró el libro lentamente, era muy corto, pero muy intenso, inspiró profundamente y se lamentó con un suspiro. Observó al cadáver, la piel se le había distendido y ahora parecía una momia reseca y antigua, el clima frío y seco de la montaña debía haber ayudado. Le acarició el pómulo con el dedo indice doblado, y le peino los escasos y largos mechones de pelo que todavía conservaba, observó una vez más la herida de bala en el pecho, ahora un simple agujero. Introdujo el dedo en él, como el que encuentra un agujero en un calcetín viejo. Al extraerlo un par de hormigas corretearon por su mano, todavía había vida.
Tenía dos hijos, uno de tres años y otro que había nacido hacía menos de tres meses, no temía porque un día descubrieran el cadáver, estaba bien escondido. Recogió una hoja del roble bajo el que se sentaban los dos y la puso en el libro de André Gorz, mientras volvía a la casa grande, paseando y observando la ladera, sin prisa, reflexionó sobre su vida, sobre el cadáver.
Apenas debía tener siete años cuando fueron a casa de sus abuelos, sus padres no estaban en su mejor momento y decidieron que unos días en el campo les irían bien para reflexionar. Llegaron un martes por la mañana, el viaje había sido largo y la conversación puramente circunstancial y climatológica, quizás la cosa estaba peor de lo que se pensaba. Cuando llegaron la abuela los recibió con calculada alegría, su madre la había llamado para contarle lo que pasaba, se iban a divorciar y no sabían muy bien como planteárselo a la niña, en el campo, las conversaciones eran más claras, más diáfanas, todo se entendía mejor. No era necesario, aunque solo tenía siete años había comprendido perfectamente lo que pasaba al escuchar la conversación entre su madre y su abuela, desde el último escalón de la escalera, sin que nadie se percatara de que estaba allí, llorando. El abuelo, sin embargo, no era tan contenido ni tan diplomático, los saludó a ambos con aire grave y los invitó a pasar, no habían ni cruzado el quicio de la puerta cuando soltó, con aire despreocupado.
- Pasa hombre pasa, he preparado patatas con panceta y col, quien sabe cuando volverás a venir por aquí.
- Papa! La niña! - dijo la madre alterada pero con contención.
- Está bien, me largo... - dijo el padre – sabía que esto no era buena idea
- oh! vamos... ahora la culpa será mía! Solo intentaba ser amable! Llevo todo el día cocinando, además tarde o temprano tendrá que enterarse no? - dijo el abuelo, sin mirar a nadie.
La conversación se convirtió en una discusión acalorada entre los tres, la abuela los miraba con aire grave, cuando la cosa se caldeó todavía más, la abuela se acerco a la niña y le dijo.
- Porque no vas a jugar al campo? No te alejes demasiado de acuerdo?
- El bosque me da miedo – dijo la niña.
- Pues quédate en el borde, no te vayas dentro.
- Vale.
Se alejó dubitativa, mirando atrás de reojo de vez en cuando, pero nadie se fijó en que se iba. Paseó un buen rato por el campo y la ladera, hasta que le pareció ver algo que se movía entre los matorrales, al principio se asustó un poco, pero a juzgar por los movimientos, debía ser algo pequeño. Entonces una ardilla levantó la cabeza por encima de la linea de la hierba, a la niña le dio un vuelco el corazón “una ardilla!”, poco a poco se acercó a ella con palabras suaves “vamos ardillita, no te haré daño...” pero cada vez que se acercaba demasiado la ardilla se alejaba unos metros. Sin percibirlo, fue adentrándose en el bosque, el cielo se cubrió de ramas de roble antiguo, el suelo pasó de ser una alfombra de hierba corta a un grueso manto de hojas descompuestas, los pies se le hundían ligeramente, un observador ajeno podría haber pensado que la ardilla la estaba dirigiendo hacía algún lugar.
De pronto la ardilla desapareció debajo de un enorme tocón, detrás de un pequeño arbusto, la niña, temiendo perderla, se lanzó hacía el lugar por donde había desaparecido, y se llevó una gran sorpresa cuando descubrió que detrás del arbusto había un enorme hueco creado por las antiguas raíces del roble caído, rodó por el borde del hueco, totalmente cubierto por las ramas del arbusto. Cuando se tranquilizó, se ordenó un poco el pelo y el vestido y respiró profundamente, cuando su vista empezó a acostumbrarse a la tenue oscuridad que impregnaba el lugar se dio cuenta. No estaba sola.
Un hombre permanecía sentado con la espalda apoyada contra el tocón, no se movía, ni dijo nada, por lo que la niña dedujo que debía estar muerto. En ese momento, unos débiles rayos de luz atravesaron la espesura e iluminaron al cadáver, era un hombre joven, de menos de treinta años, tenia una mano en el pecho, un poco más arriba de la mano se observaba una herida de bala, sus ojos la miraban fijamente, vidriosos, muertos, sin embargo una leve sonrisa se dibujaba en sus labios y esto tranquilizó un poco a la niña, no parecía mala persona, solo alguien con mala suerte quizás. La sangre estaba seca, y el cuerpo desprendía un olor desagradable, pero soportable. La ardilla los miraba a ambos desde el punto más alto del tocón, parecía divertida. El bosque producía miles de sonidos, inaudibles por separado, pero perfectamente orquestados todos a la vez.
- así que era esto eh? Y ahora que hago? - le pregunto la niña a la ardilla, contrariada.
Lejos de asustarse, la niña sentía una profunda curiosidad, no se atrevía a acercarse ni a tocarlo, se levantó lentamente, cogió una flor del suelo y mientras los últimos y brillantes rayos de luz los iluminaban fugazmente, se la colocó al cadáver en el pelo, y le dijo:
- creo que no se puede hacer nada por ti ya... bueno, serás mi secreto – sonrío y salió del oscuro agujero con grandes dificultades. De camino a casa se izo una promesa, pasara lo que pasara jamás se lo contaría a nadie, sería su secreto.
Sus padres se separaron, y el abuelo murió. Volvían a casa de la abuela al menos dos veces al año, de visita, pero la ciudad quedaba muy lejos. La madre se concentró en la niña, se volvió algo obsesiva y tosca, pero en general era buena madre. La niña creció como una adolescente normal, algo rebelde y muy atractiva, pero con ese punto asexual de la gente especial y tocada. Siempre que iban a casa de la abuela se escapaba para ir a ver al cadáver, habían pasado diez años, el miedo, el asco, los gusanos, los insectos. A la niña le gustaba observarlo, le proporcionaba tranquilidad, le hacía sentirse especial, le encantaba imaginarse diferentes historias de como habría llegado allí, sería un gangster que escapó de una trampa? No, porque no llevaba las manos atadas, quizás un espía que había encontrado su fin después de una peligrosa persecución por el bosque, o quizás... un peligros violador asesino, ajusticiado sin rencor por un padre vengativo, aunque a decir verdad, lo más probable era que solo fuera un chico sin suerte, a quien se le disparó el arma de su padre sin querer, y que huyó de casa asustado, temiendo la reprimenda.
Entonces se atrevió, la ternura que sentía en ese preciso instante era una proyección de la que sentía por si misma, ella podría haber sido ese chico, y ese chico podría haber sido ella, le besó, le aparto los pelos y lo volvió a besar. En un destello de lucidez tomó consciencia de lo que realmente estaba haciendo, algo oscuro, terrible, especial, y se excitó. Ruborizada salió del agujero y se dirigió a casa.
Recordó esos tiempos con nostalgia, se apretó el libro de André Gorz contra el pecho, secretos dentro de secretos, vidas dentro de otras vidas, rayos de sol filtrados entre las hojas verde esmeralda de los robles, insectos con vida y sin vida. Aquel fue un gran momento para ella, de alguna forma, extraña y tenebrosa, sabía que sentía algo por aquel cadáver, no podía decir que estuviera enamorada, pero sabía que tenía que verlo de vez en cuando, asegurarse de que todavía nadie lo había encontrado, pasar un rato con él.
La última vez que visitó al cadáver, tenia casi ochenta años. Seguía ahí, con sus huesos desnudos y porosos, su cabeza ladeada y su porte cansado, medio hundido en el suelo. Ella se había ocupado de limpiar las hojas que le caían encima. Hacía ya muchos años que ella misma se había divorciado, y que se había trasladado a casa de su abuela, ahora ella era la abuela. Se sentó al lado del cadáver, lo observó y le habló, como infinidad de veces había hecho antes. Confidente impasible y comprensivo.
- Me muero, tengo cáncer, mañana me llevarán al hospital. Puede que ya no volvamos a vernos – una enorme necesidad de abrazar al cadáver la sacudió, se acurrucó bajo su brazo, esquelético.
- Tranquila – le respondió el cadáver, mesándole el pelo, corto y cano – la muerte no es tan desagradable.
Destrucción
Hay que ser diligente,
no claudicar jamás,
buscar las estrellas
por el camino más difícil.
-
Plantar patatas en el desierto,
ideas en la mente.
-
Suciedad, aspartamo y
dejadez.
-
Marchar vacilantes,
despacio hacia la nada,
la desolación y la astucia
del tirador experto.
-
No hay victoria posible,
solo suciedad.
Vamos a morir todos,
vais a morir todos,
y yo lo veré.
-
Silbando sentado.
-
Relato 2 - POLIGAMIA
“La poligamia es el término antropológico, que puede ser tanto poliginia (un hombre con múltiples mujeres) o poliandria (una mujer con múltiples hombres).”
“De las 1.170 sociedades humanas estudiadas por Murdoch en su Atlas etnográfico, la poliginia aparece en 850 de ellas, 72%.”
- Lo sé todo! - gritó Samuel visiblemente irritado. Las venas del cuello hinchadas los ojos muy abiertos y la frente y los pómulos tiznados de rojo – Os he visto besaros de madrugada! Voy a informar de esto al profeta y los dos seréis expulsados de la comunidad!
El blanco de la cólera de Samuel se llamaba Maximilian Baer, su vecino. Ambos se encontraban en el granero de la granja de Samuel, una enorme construcción de madera, desvencijada y carcomida, en la que tiempo atrás se había dado albergue a una docena de caballos y en la que se podía guardar la cosecha de todo el año. El granero olía a paja mojada y madera podrida. Varias escaleras conectaban los tres niveles de altura y grandes telarañas colgaban entre las vigas y utensilios del campo amontonados y oxidados por la falta de uso y el abandono.
Samuel era un hombre mayor, había cumplido los sesenta y dos con mala fortuna, el pelo blanco y alborotado mostraba grasientos signos de descuido y el mono tejano estaba manchado y sucio. Max era más joven, todavía no había cumplido los cincuenta, se empezó a rapar el pelo hacía más de diez años cuando las entradas se le unieron en la parte superior de la cabeza, llevaba unos tejanos viejos pero limpios, y una chaqueta azul de verano. Mantenía un porte altivo, con las manos dentro de los bolsillos, y si bien los que le conocían se hubieran percatado de que estaba nervioso, por como se pasaba la brizna de hierva de una comisura a otra de los labios, a Samuel su engañosa indiferencia lo sacaba de sus casillas. Entonces Max sacó un cuchillo del bolsillo de la cazadora.
- No harás nada de eso, olvidaremos el asunto y tienes mi palabra de que no volverá a suceder nunca más, lo que tienes que hacer es cuidar mejor de tus esposas, todo el mundo sabe que te odian y que les pegas cuando llegas a casa borracho, vamos Sam, sabes que es cierto! - Max perdió un poco la compostura y alzó el cuchillo apuntando con el a la cara de Samuel. La frente perlada de sudor de Max envalentonó a Samuel.
- Pero como te atreves hijo del mismo diablo! - escupió este mientras cogía un pico de un rincón del granero. El viento soplaba fuerte en el exterior, y las paredes de la construcción crujían y se quejaban, como si alentaran a los dos luchadores, bañados en el circulo de luz de la linterna de gas que Samuel había dejado en el suelo – Voy a matarte! Como pretendes que lo olvide! Está embarazada! - Samuel cargó con el pico con un sonoro rugido.
Marta lo estaba viendo todo apostada en el granero de paja del primer piso, había subido por la escalera exterior y se apretaba las manos con nerviosismo, el viento la había despeinado completamente y cuando vio como Samuel levantaba el pico se tapó los ojos y fué a buscar a Nicoleta y a Rachel a la casa grande. Mientras bajaba por la escalera escucho los gritos de ambos forcejeando en el interior. Corrió al máximo que le permitieron sus jóvenes piernas, mientras el viento le enfriaba las mejillas bañadas en lágrimas.
Cuando las tres llegaron al granero, resoplando y alteradas, encontraron a Maximilian con el pico clavado en una clavícula, tumbado en el suelo, pequeños chorretones de sangre caliente le brotaban de la yugular, cada vez más débiles, a Rachel, le impresionó ver como la mandíbula se le movía arriba y abajo, espasmódicamente, había oído hablar de ello, en los que acaban de morir. Samuel, su marido, también yacía en el suelo, inconsciente.
- Vamos Nicki, tráeme una cuerda! - ordenó Rachel. Rachel era la esposa mayor, la primera, y gozaba de cierto poder de decisión entre las esposas hermanas, pero Nicki la conocía perfectamente y mientras obedecía empezó a qujarse con sobreactuada tristeza.
- Esto no está bien, no está bien... - sollozaba mientras buscaba a su alrededor sin suerte
- Toma – Marta le alargo un cuerda.
- No, una más gruesa – le dijo Nicki, haciendo un ademán comprensivo a su hermana esposa pequeña.
Entre las tres ataron a Sam a una de las vigas, todo el granero crujía debido a la violenta tormenta que se estaba desatando en el exterior. Cuando Sam estuvo bien atado Rachel reunió a sus hermanas esposas.
- Voy a ser clara, Samuel es un mal bicho – involuntariamente Marta y Nicki miraron la profunda cicatriz que cruzaba la cara de Rachel, y el moratón que le cubría la mayor parte del cuello, “regalo” de Sam de hacía dos días.
- No se si estoy haciendo lo correcto, sólo sé que se me ha pasado por la cabeza y lo hemos hecho. - Rachel tomó aliento – ya pensaremos que haremos con él, por ahora tenemos que pensar que será de nosotras, y sobretodo que será de Marta, si Sam se despierta, la matará. Las dos sabéis que os amo por encima de todas las cosas, las materiales y las espirituales, hemos pasado un terrible infierno durante todos estos años, y desde luego, ahora y aquí os comunico que no me apetece dar cumplimiento a la promesa que hice el día que me sellaron a Samuel, como supongo que vosotras tampoco querréis hacer – el sello las unía a Samuel para siempre, en esta vida y en la otra.
- Ya Rachel, pero esto no está bien.... - musitó Nicki
- Esperad un momento, esto ha sido culpa mía, así que lo mejor será que me vaya de la comunidad... seguiremos en contacto os lo prometo, pero estoy con Rachel, ese perro no merece vivir...
Las tres guardaron un momento de silencio, Samuel empezaba a balbucear, un enorme chichón le cubría gran parte de la frente.
De repente, Max se irguió de medio cuerpo, con el pico clavado en la clavícula.
- Donde están las llaves de mi furgoneta? - preguntó a la nada. Se incorporó, pálido y bañado en su propia sangre, dio unos pasos hacía adelante y se golpeó con la puerta medio abierta de uno de los establos, se quedó allí apoyado unos instantes mirando la puerta, como si no comprendiera que hacía eso ahí, luego miró a las tres mujeres y sentenció.
- Donde esta... done estauff – resopló una última vez – auuffff – y cayó al suelo.
Al instante Rachel cogió el cuchillo de Max que yacía en el suelo, olvidado, se acerco rápidamente a Samuel y le cortó el cuello con un gran y experto movimiento de mano. Sam se despertó de golpe, intentó decir algo, pero obviamente no pudo. Al ver a Rachel con el cuchillo en la mano, a Nicki con las manos en tapándose la boca y a Marta asintiendo con los labios fruncidos, lo comprendió todo. Intentó hablar otra vez y al ver que era imposible gritó con todas sus fuerzas, la tormenta del exterior explotó con toda su furia. Al gritar escupitajos de sangre brotaron de la herida de su cuello como coágulos de un volcán en erupción. Rachel cogió un saco, le tapo la cabeza y luego entre las tres le tiraron una mantas por encima.
- Nos veremos en el otro mundo, hijo de puta.
Marta se fue de la comunidad ese mismo día, con el coche de Max, que abandonó en las afueras de la ciudad. Rachel y Nicki contaron al profeta que Maximilian había ido esa noche a su casa y que se había llevado a Sam con la furgoneta. Los buscaron durante varios días. Ni Rachel ni Nicki tenían valor al día siguiente para mover los cuerpos , así que simplemente los taparon y decidieron que si alguien descubría los cadáveres, simplemente confesarían. Pero no fue así, pasaron las semanas y la historia cuajó, Max había matado a Sam había escondido el cadáver en algún lugar y se había largado con Marta.
El amor que las tres hermanas esposas se tenían, trascendía lo común en un matrimonio polígamo, el profeta se apiadó de ellas, y no fueron reasignadas a otro matrimonio. Esto resultaba un problema, ya que el sello no se había roto y se volverían a encontrar en el otro mundo, con Sam.
Probablemente los restos de Sam todavía sigan allí. Así que me dirijo a la comunidad para comprobarlo, ahora que mi madre, Marta, en su lecho de muerte, me ha contado esta historia. Si no son enterrados, no resucitarán en el otro mundo, y yo me ocuparé de que los coyotes esparzan sus huesos.
Constantin Baer.
(dibujo de Pau MF, mutante de la sombra)
Relato 1 - BEHEMOTH
Casi siempre al llegar yo a casa, Raquel ya me esperaba sentada en un extremo de la cama, sobretodo si ya era de noche. Aunque hacía años que nos conocíamos no habíamos hablado nunca. Aquella noche fué la primera vez que escuché su voz. Cuando entré en mi habitación la encontré discutiendo con un ser repugnante, alado y astado, tuve que salir de la habitación casi inmediatamente, pues no podía soportar su voz, que recordaba un bramido profundo y aterrador.
En el quicio de la ventana del comedor esperé que termináran de discutir, me puse una copa de vino rosado malo y me fumé un cigarrillo. de vez en cuando tenía que taparme los oídos porque no podía soportar la voz de aquel demonio. Pero poco a poco se fué suavizando y al final incluso llegué a entender lo que decía.
- Esta noche me lo voy a llevar, y punto – Bramó la béstia.
A los pocos minutos el demonio apareció en el salón, eran las diez de la noche y me sugirió que me pusiera una chaqueta, fuera hacía frío. Raquel me miraba detrás del Behemoth, frunciendo los labios entre contrariada y triste. Está bien, me dije, haré caso a esta cosa antes de que se me quiten las ganas de salir. Había tenido una semana dura y lo cierto es que me apetecían un par de cervezas.
A la media hora bajabamos por paseo de san juan dirección marina, caminando, el tío no había dicho nada en todo el rato, por fin, con su voz de ultratumba me preguntó.
- Sabes donde vamos?
- No, a Marina, está lleno de bares, algunos de ellos incluso soportables – le respondí con desgana, no me gustaba como había tratado a Raquel.
- Bueno, algo encontraremos. Antes de nada debes saber que hay tres reglas importantes que debes cumplir, primero no me toques, todo yo soy extremadamente venenoso, segundo no me des la espalda y tercero no me interrumpas cuando hablo. Es sencillo – espetó el monstruo mientras me apuntaba con su dedo acusador.
- Esta bien, como quieras... - Empezaba a caerme bien, en el fondo me pareció un monstruo más, con sus delirios y sus filias.
Andamos durante casi una hora, deambulando por las calles de la ciudad, de bar en bar, charlamos largo y tendido, le expliqué que hacía días que no me sentía bien conmigo mismo. Se podría decir que lo tenía todo. Una novia que me quería, me cuidaba y me daba libertad, un buen trabajo, dinero y algo en que gastarlo, una buena moto y una familia inteligente y sagaz. Pero que aun y así me sentía vacío de algún modo, como si la felicidad fuera la zanahoria del caballo.
- Se de que me hablas – contestó con un leve rujido, mientras arrancaba sistemáticamente la etiqueta de la quinta cerveza con dos de sus largas zarpas
– He existido desde casi el albor de los tiempos, recuerdo civilizaciones que vosotros jamás conoceréis, he tenido amantes de todo tipo, lujos inimaginables, soy poderoso e inmortal y aún y así. Cual es el objetivo? No hay nada, solo el día a día.
- Exacto, yo pienso lo mismo. Bueno va a días, parece que la felicidad consiste en una proyección que se mueve delante nuestro, fugaz e inalcanzable – comenté emocionado, yo también iba por la quinta.
- No te pongas poético, no tiene nada de sarcástico – farfulló el demonio.
- Vamos a otro bar, va.
En cada lugar al que ibamos la historia siempre era la misma, gente gritando, muerte, enfermedad e histeria colectiva. Al final compramos unas latas de cerveza a un paquistaní que nos rogó de rodillas que no le pagáramos. Nos fuimos hasta la playa y nos sentamos en las rocas del espetón, la mayoría de la gente se lanzó al agua excepto un par de drogadictos.
- En el fondo, es esa misma vacuidad la que os hace especiales a los mortales, la náusea, siempre esperando a que llegue vuestro momento, nunca contentos con el presente. La presencia de la muerte os empuja a enfrascaros en proyecto tras proyecto, esperando que el próximo sea el auténtico. Es la pasión mortal, envidiable – argumentó El monstruo, visiblemente ébrio.
- Si, supongo que es eso – contesté, meditando sus palabras y apurando el cigarrillo.
-La felicidad es pasajera, eso es lo que se debe comprender, no va más allá de unas risas en un bar, del beso a la desconocida de la falda corta. No es un estado permanente, es un destello, limaduras de hierro que se apagan al enfriarse, casi al instante – dijo B.
- Sabes, aunque mancilles todo aquello que se halle en tu presencia, eres un buen amigo, me gustaría que te quedáras en mi casa una temporada, podríamos repetirlo – al instante de pronunciar esas palabras me dí cuenta el error, bajé la mirada y más allá del suelo vi escrito en coloridas luces de neón “si lees esto, es que todo va mal”. El no contestó, el sol empezó a salir dejando a la vista una alfombra apestosa de peces muertos en el mar.
(dibujo de Pau MF, mutante de la sombra)
viernes, 4 de diciembre de 2009
Brotes de apatia
Bebo de una lata de refresco
y me sabe a sangre, no a hierro.
Se diferenciar.
-
Camino y me salen llagas
pero no me paro,
ni me quito los zapatos.
Se diferenciar el dolor.
-
Direcciona mi camino.
Acompañame a la puerta,
no me marees mas, no me des mas vueltas.
No seas tan predecible.
-
Sabes que si te veo escupir
en el suelo, me enamoraré de ti.
Desayunar
te levantas por la mañana,
haces la cama como te enseño ese maestro zen,
y juras que vas a dejar de fumar,
un dia de estos..
-
te pegas un par de tiros en una pierna,
para sentirte mas vivo.
te vendas por encima y te vas,
a trabajar un poco.
-
estas diez horas soñando,
y la sonrisa boba hace un contraste espectacular,
con tu cara palida por la perdida de sangre,
pero nadie se da ni cuenta.
-
y regresas a casa como un hombre nuevo,
haras 21 dias de ayuno,
y ofreceras sexo altruista a tu "ella".
te cambiaras las vendas sucias de la pierna.
-
y learas tu tantra nocturno,
en la ultima pagina del penthouse.
Un tio enrollao
Festin farmacologico.
yo necesito una mujer
que me mienta mucho.
que se infravalore.
que sea perfida
maquiavelica y tergiversadora.
que no trabaje ni tenga intencion.
que no tenga fuerza de voluntad.
para nada.
-
que sude de verdad, no en polvo.
que tenga un corazon oscuro.
que se atragante con los kellogs
que pille papas y vomite en la cama.
que finja apreciar mi trabajo.
que finja en la cama.
que explore mundos nuevos.
sin mi.
-
necesito una mujer. que sea
ella misma en esencia.
-
yo personalmente.
prefiero permanecer en el bicarbonato
A K I R A
Vamos!, corre!
corre conmigo, a toda prisa..
por campos de amapolas opiaceas,
por hangares llenos de miles
de cristales rotos, descalzos.
cabalga en mi espalda,
por playas llenas de naufragos
moribundos, que extienden sus
brazos azulados y palidos,
tranquilo, que no nos pillan!.
-
vamos, corramos al maximo.
y dejemos que el viento
nos desintegre despacio,
en cualquier momento.
Nunca debí soñar alguien como tú
en ese paradisiaco momento,
la playa larga, el agua clara,
los cocoteros, la brisa salina,
el sol que calienta, no abrasa,
tu bonito bañador, mi bonito sombrero.
-
sin duda he muerto y estoy en el infierno.
nada puede ser tan cruel, sabiendose etereo.
-
en ese desgarrador momento,
interminables dunas de cenizas, desiertas.
marchitas, polvorientas rachas de muerte.
astro desintegrador, puro acido.
tu bonito bañador, mi bonito deambular.
Estallame en la cara
Stigmata martyr
la mujer que yo busco, la que quiero,
con la que deseo pasear y llorar los otoños,
tapar los inviernos, oler las primaveras,
i sudar los veranos el resto de mi vida....
no existe.
-
y si existe sera muy fea,
y si es guapa sera depresiva,
y si no lo es sera vieja,
y si es joven, sera alocada,
y si esta centrada...
para que la quiero.
-
a la mujer que yo quiero, la que busco y deseo...
le gusta pasear y llorar los otoños. en silencio.
"ella"
sintonizo mi vida de sabado por la noche.
empecemos con un mal libro, un cancion triste,
y una hora o dos en el sofa, con las luces apagadas,
sentado con los codos en las rodillas,
y las manos en la cara, un par de cigarrillos mal fumados.
llorar no es romantico, las lagrimas viscerales
no son "bonitas", apestan a mala vida.
-
desmiento todo lo pasado, repetidamente.
auguro tiempos mejores, vacas gordas.
esto no para de cambiar, no se estabiliza.
una ducha, me visto,
me pinto los ojos,
me pongo un brazalete,
me peino con fijador.
-
ella se acerca me desnuda con un par de gestos,
me tumba con la mirada, me viola con su voz,
y despues de una rato de violencia gratuita,
nos vamos a mi casa, a por un trago mas de
jodida realidad. no suelo ligar nunca.
ella no es nadie pero yo soy menos, claro.
y asi me levanto, me hago un vaso de vodka
con galletas de humo, y me duermo en el sofa.
bonita noche de sabado, a sido algo especial.
-
me arrastro deplorablemete hasta el cuarto,
dispuesto a leer su nota, si es que la ha dejado.
y me sorprende la cama deshecha. y su voz...
"preparo desayuno, quieres... ?"
soy un zombie morcillon ojosdeplato,
que cojones hace ahi, la muy puta, vete!.
y me acerco a ella, por el olor, mas que por ella.
y me la quedo mirando, ojos de plato, es guapa.
-
y hablamos, y pasamos la mañana juntos,
y no me da asco, ni yo a ella. me dice de follar,
y yo digo que vale. y es la unica que respeta mis
largos momentos de silencio, y creo que me he
enamorado, y creo que es mi "ella", y se baña en la
piscina, y se ahoga, y se muere, y flota un rato.
y no se como ha pasado. y esta desnuda....
y la dejo un rato mas, y la miro, y vomito.
y me empampo en gasolina, porque?
-
bueno... y porque no...
Carrington
desde la buardilla, observa a sus hijos
jugar en el jardin, mientras acaricia
las cuentas, del heredado collar de perlas.
ataviada con aquel viejo vestido, de cuando
la abuela era jovencilla, aquel de los veinte,
con la pamela de saten, y el pañuelito de seda,
ajustado. conjunto color crema, sepia, anticuado.
-
mis hijos juegan en el jardin, chapoteando en
los charcos, entre los setos y la flores,
olvidadas, mal cuidados, llueve a cantaros
y se lo pasan muy bien, me gusta dejarlos
correr, ensuciarse de barro, de inocencia.
no se quien les cuidara ahora, no lo se.
-
voy recogiendo, las fotos, los vestidos.
los recuerdos, los sueños marchitos.
y me dejo caer cansinamente en esa mecedora
de mimbre. me gusta el desvan, es bonito,
con su polvo, sus trastos, su silencio a
arcaico, los muebles de mama...
el estropeado y añejo maquillaje de mi tia.
la pistola de papa.
Cansancio de importacion.
no me canso de pasear, laconico.
ni de palmearme los muslos,
ni de morderme la piel de los labios.
ni de quitarme las gafas y no ver.
no me canso de perder.
-
no me importa caerme en publico.
ni por las megaescalearas brillantes,
de un show de al tele, no, me la suda.
no me importa, oler rancio, ni ir sucio.
no me importa tener ojeras, ni barba.
ni me importa estar lejos de "ti".
-
nada me cansa, porque nada me importa.
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