jueves, 11 de febrero de 2010

MESERANG (experimento de la técnica de plagio creativo)


Holmes apuraba su pipa sentado en el viejo butacón de su biblioteca. Watson, visiblemente nervioso revisaba una de las estanterias repleta de libros de historia, cosmología y religión.

- Mi querido Holmes, no puedo decir que no! he trabajado duro toda mi vida para lograr un puesto como este, Investigador médico, adjunto al departamento del doctor William Henry Welch. La vida que llevamos desde que terminamos los estudios en la facultad es propia solo de diletantes y reaccionarios. En este mundo cambiante, hay que conservar la classe social que uno ha adquirido con esfuerzo.

-Watson, usted es libre de hacer lo que le plazca, pero le aseguro que adjunto del Doctor Welch no es precisamente la clase de vida trepidante que usted imagina.

Holmes llevaba varias semanas extraño, mientras estudiava en la facultad, su vida había tenido un sentido, Holmes no hacía planes a largo plazo, al terminar el doctorado se encontró, por primera vez en la vida, vacío. Su aseo personal, que siempre había sido digno del de un caballero, últimamente había dejado bastante que desear. Su mirada recorría las estanterias repletas de viejos volumenes, titubeando sin acabar de decidirse. Sus manos se habían vuelto asperas y ajadas. Watson estava realmente preocupado.

- Lo siento Holmes, pero si no lo intento jamás me lo perdonaré. Vendré a verle tan a menudo como las investigaciones me lo permitan y espero que usted también venga a visitarme. Adiós.
- Es usted un hombre de acción Watson, sea. Aunque le aviso que cada vez tengo menos ganas de salir de esta casa.

Watson le estrecho la mano y le brindó una mirada afable y alentadora, los dos se abrazaron brevemente, - algo anda mal - pensó Watson, jamás se habían abrazado antes.

Holmes dedicó las siguientes semanas a estudiar viejos volumenes de arte y religión egipcia, el incidente con la secta del Rametep cuando el y Watson apenas eran unos adolescentes, volvía recurentemente a su memoria una y otra vez. El reciente descubrimiento del libro del professor Von Juntz, “Cultos inconfesables” le había puesto de nuevo sobre la pista de la secta. Durante muchos días persiguió viejos codices y papiros por las librerias de Londres, al principio sin demasiada pasión, más tarde con cierta actitud y perseverancia, al fin se volvió a sentir el Holmes que siempre había sido, implacable y audaz. Docenas de compendios pasaron por sus manos, en varios de ellos se mostraban las dos serpientes enrolladas enfrentandose una a la otra, símbolo del funesto dios Set. La secta había desaparecido debido a sus extrañas y sangrientas prácticas y a sus asesinatos selectivos. Pero cada cierto tiempo volvía a resurgir, como bien había comprobado Holmes hacía unos años.

Las notas de Holmes, junto con libros abiertos, papiros desenrollados y codices sellados con cera inundaban la biblioteca y el despacho adjunto. Holmes se quedó dormido en el sillón, hacía mucho tiempo que tenía problemas para dormir cuando se encontraba excitado con algún proyecto, pero había encontrado una solución muy valida, el Opio.

Holmes se despertó a la mañana siguiente sobresaltado, pero increiblemente contento. Había soñado con egipto, soñó que asistía a un ritual en una Mastaba, allí varias sacerdotisas Sah ungían a una joven adepta, parecía que no eran capaces de ver a Holmes, la joven era sencillamente preciosa, poseedora de una belleza atemporal y trastocante, el corazón de Holmes se paró durante dos segundos cuando la chica salió del pual donde la estaban bañando con aceites rituales de valor incalculable, tenía que ser de buena familia. Holmes busco inscripciones en la sala de la Mastaba, no tardó en identificar la simbología ritual colocada para la ocasión.

«La más bella de todas las mujeres de esta Tierra y de su Frontera»

«Ella, la que se distingue por la excelencia de sus extremidades, quien es como creada por Isis»

Holmes se sobresaltó, la joven se introdujo en un sarcófago de madera, las otras sacerdotisas Sah lo levantarón y lo colocaron dentro de otro sarcófago más grande, de piedra, cuando procedian a taparlo Holmes no pudo contenerse.

- No! por el amor de dios! todavía está viva! - sentenció dispuesto a apartar a todas esas mujeres. Pero sus manos las atravesaron como si fueran fantasmas de otra era, seres insustanciales compuestos de materia mental. Holmes tomó consciencia de los eones que separaban a los centenares de civilizaciones que habían existido a lo largo de la historia.

La chica detuvo a las sacerdotisas con un leve gesto, se incorporó en el sarcófago dejando sus pechos al descubierto y miró directamente a Holmes - tranquilo, nos volveremos a ver, busca mi nombre en el libro de Toth, pronuncialo en voz alta y realiza el ritual sin cometer errores - la joven volvió a tenderse, lentamente i las sacerdotisas la taparon, Holmes se despertó con el ruido sordo y atronador de la tapa de piedra cayendo encima del ataúd.

Holmes se levantó exultante del sillón, la camisa abierta dejaba ver su pecho que se movía rápidamente, al son de un corazón decidido e imparable. De un manotazo apartó varios papeles de la mesa del despacho y dejó a la vista un grueso y antiguo volumen, El Necronomicón, escrito por el arabe loco Abdul Al-Hazred con su propia sangre y encuadernado en piel humana. No necesitaba hojearlo, ni buscar entre sus paginas, con un solo gesto abrió el libro hacía su final y sonrío, dibujando una mueca muy poco propia en Holmes. Allí vió los pictogramas egipcios.

«La más bella de todas las mujeres de esta Tierra y de su Frontera»

Las instrucciones eran claras, Ahora solo necesitava un Faro potente, un incienso especial que le costaría meses de investigación en los más frívolos y sórdidos lugares del Londres más abyecto y ... una buena tormenta!

- MESERANG! - pronunció en voz alta con orgullo e impetu - Te traeré de nuevo a este lado de la frontera. (continuará ...)

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