miércoles, 17 de marzo de 2010

Relato 8 - RECLUSIÓN


Olivier lleva cinco años sin salir de casa, es alto y rubio, herencia teutonica concedida por su pasado alemán. Tiene 28 años, la última vez que se puso ropa límpia fue en el solsticio de verano, aunque no recuerda de que año. Todo está lleno de basura, montañas de basura. De vez en cuando, por la noche, cuando algo desprende un hedor particularmente desagradable, prepara algunas bolsas, de madrugada, las tira a la calle por la ventana. Hay mucha basura. Olivier vive en el segundo piso de un casa de dos pisos. Así que nadie pasa nunca por su rellano. Olivier se ha construido un palo especial, un largo palo de hierro con cinco escobas atadas al final. Con el palo esta apartando toda la porqueria del comedor y metiendola en una habitación al fondo del pasillo, el antiguo estudio. Cuando termina vuelve al comedor, con una sierra y un martillo va rompiendo todos los muebles, intentando hacer el menor ruido posible, al terminar despeja el comedor, barre el suelo y lo friega varias veces, parece que está todo listo.

Manuel lleva cinco años sin salir de casa, es bajito y moreno, herencia latina concedida por su pasado peruano. Tiene 12 años, se cambia de ropa todos los días. Su casa está impoluta, a Manuel le gusta tenerlo todo limpio y ordenado, de vez en cuando, cuando su padre duerme, Manuel se levanta por la noche a limpiar, prepara la ropa de los siguientes días para su padre y luego se vuelve a acostar. Manuel se ha construido un palo especial, para limpiar en los lugares donde no llega. Vive en un primer piso en una casa de dos pisos, abajo hay un garaje abandonado. Manuel espera a su padre, como todos los domingos. Suele llegar sobre las dos del mediodía, El padre de Manuel va cada domingo al mercado de libros de saldo a comprar libros para Manuel, tres peticiones y tres a suertes. Manuel ha aprendido que a suertes también pasan cosas buenas, a veces. Manuel se impacienta, son las tres, en cinco años su padre jamás se ha retrasado, sabe perfectamente que ha pasado algo. El corazón le hace cosas raras, Manuel, se prepara una infusión y expulsa el aire lentamente.

Olivier está satisfecho, el comedor ha quedado bastante bien. Se fuma un cigarrillo. Olivier dejó de pagar el alquiler hace cinco años, el padre de Manuel no se lo ha pedido nunca. Olivier vende droga, tiene un teléfono móvil y paga la luz, el agua e internet, es un drogadicto, un yonki, ya lo era hace mucho tiempo. Puedes contactar con el a través del móvil, vas hasta el callejón que hay al lado de su casa y te tira un cordel con una bolsa, pones el dinero dentro y te vuelve a tirar la bolsa con la droga. El contacto que le pasa la droga a Olivier tiene que hacer lo mismo, es un poco raro, pero Olivier es un buen camello, vende mucho. Olivier compra todo lo que necesita a través de internet. Siempre hay algún yonki dispuesto a subirle la compra, las cartas o los paquetes hasta el rellano a cambio de un poco de droga. Nadie hace preguntas cuando se trata de conseguir droga por subir 44 escalones con un paquete. Olivier va hasta la habitación del final del pasillo, la del dormitorio, allí están los restos del cadáver de su novia, que se colgó hace cinco años, hace ya mucho tiempo que ha dejado de apestar. Olivier gastó mucho dinero en ambientadores para nada, nadie vive cerca. La ciudad huele peor en esa zona. Olivier se pone de rodillas y reza ante los restos desparramados de su novia muerta. Reza en un idioma especial, nuevo. Un Idioma que se inventó Manuel y al que el propio Olivier ha hecho alguna aportación. Olivier reza ante los restos mugrientos del cadáver de su novia, no se han secado porque muy de vez en cuando tira comida y bebida encima. A veces también orina encima.

Manuel está nervioso, son casi las cuatro. No va a volver, o puede que si, pero existe la posibilidad de que su padre no vaya a volver. Es extraño, Manuel está inmóvil al lado del teléfono, en otras tres ocasiones ha pasado algo y su padre siempre le ha llamado, decide esperar hasta las cinco, si no sabe nada entonces tendrá que tomar una decisión, la unica decisión en realidad. Tendrá que salir a la calle. Manuel desea que su madre estuviera con el, se sorprende de tal anhelo, no suele pensar nunca en ella, no en esos terminos. Desde que murió cuando Manuel tenia siete años, casi no ha pensado en ella. Su padre quitó todas las fotos de la casa. Su madre se colgó en el dormitorio. Al día siguiente el padre de Manuel se volvió loco, una locura que nadie puede diagnosticar, es única, es una locura irrepetible. El padre de Manuel quería a su madre más que a cualquier cosa del mundo, mil veces más que a sí mismo, un millon de veces más que a Manuel. Cuando su madre se murió, Su padre se volvió loco, comunicó a la asistenta social que iba a enviar a Manuel con una hermana de su madre que vive en otro país, y que el estaría una temporada recuperándose. Mentira, no tenían ni amigos ni parientes. El padre de Manuel siguió comportándose con normalidad, trabajando, saliendo a la calle. Por fuera estava muerto, por dentro pensaba 24 horas al día en su mujer, cada día, durante 5 años, sin excepción. Se olvidó de Manuel como tal. Empezó a tratarlo como algo y no como alguien. Algo que tenía ciertas necesidades, comer, beber, leer libros, ponerse ropa, cosas. Vagamente en su mente persistia la idea de que a su mujer le gustaba esa cosa con nombre, Manuel. Y por eso lo cuidaba. Manuel se había formado solo, su personalidad escrupulosa y metódica habían ayudado. Su percepción del mundo, la sociedad y las personas, estaba totalmente distorsionada, para nosotros, para Manuel no. Manuel se inventó un idioma, al que Olivier había aportado algunos conceptos. Manuel se levanta y deja la taza en la cocina, las cinco menos cuarto, habrá que tomar una decisión, habrá que salir a la calle.

Olivier golpea cinco veces la tubería del baño, Manuel en la cocina se sobresalta un poco y rápidamente va hasta el baño. Hablan a través del desagüe de la pica. En su idioma.

Olivier, nequedo mi padre hasta tu en?
Tu padre? ne nasta.
Que nasta centos?
Solo nasta, Hoy es el gran día, Manuel.
Hoy? fanfento no rento, intascáustico.
En serio? a la calle? (Olivier no habla el idioma secreto tan fluidamente)
Intáscaustico rento.
Suerte, ...
Suerte a ti también Olivier.

Olivier y Manuel llevan años hablando por el desagüe de la pica en el baño, horas y horas, días enteros, noches enteras.

Olivier se desnuda, se corta el pelo con una máquina eléctrica que ha comprado, luego se rasura todo el cuerpo con una maquinilla de afeitar. Manuel prepara su maleta, cosas imprescindibles, novelas de Proust, cepillo de dientes. Olivier se lava todo el cuerpo en la bañera, con garrafas de agua buena y champú. Manuel se viste correctamente, con pajarita y zapatos de charol. Olivier va hasta el salón, destapa tres grandes botes de pegamento de tres litros cada uno, es un pegamento especial así que tiene que usar una máscara de gas, al menos durante la primera hora, ha hecho pruebas con animales, no hay problema. Manuel cierra la llave del gas, apaga el contador de la luz y con mucho esfuerzo, corta el agua del piso. Olivier unta con una fregona todo el suelo del comedor con pegamento ultra rápido, a su izquierda acerca un perchero con doce garrafas de agua conectadas a un tubito de goma, las garrafas recojen agua de lluvia a través de un tubo que entra por la ventana, a su derecha hay unos enormes barriles con comida que no se pone mala desmenuzada hasta tener el tamaño de bolitas de coco, las bolitas de coco le dieron la idea, lo ha preparado para que con un toquecito caiga una bola, no más. Hay miles de bolas, chocolate, pan duro para chupar, bolsitas con arroz, con frutos secos, decenas de miles de bolas de arroz, lleva meses haciendo bolas de arroz. Manuel abre la puerta de casa haciendo acopio de todo su valor, está preparado, sabe que este momento podía llegar, da un paso y ya está fuera, da otro paso y se encuentra la escalera a la calle, 22 escalones, hace años que no baja un escalón, en casa no hay ningun escalon, si solo fueran uno o dos, no habría problema, pero 22 son muchos, podría caer, podría matarse, o peor, podría quedar mal herido en medio de la escalera, nadie le encontraría jamás, sería terrible, Manuel tiene miedo, el miedo le abraza desde atrás, como si le pusiera un abrigo por encima de los hombros para taparlo, taparlo con miedo, miedo intratable, Manuel da un paso atrás, a la izquierda queda la puerta de casa, abierta, Manuel gira la cabeza y mira al interior, Manuel se pone a llorar, Manuel vuelve a entrar en casa y cierra la puerta detrás suyo. Olivier se tumba en el suelo, tiene cuidado de no apoyar la cabeza, la necesita para hacer algunos movimientos, se tira los otros dos cubos de pegamento por encima, en menos de una hora estará inmovilizado completamente, cuando se seque el pegamento se quitará la cánula del pene, la del ano la dejará de momento, empieza a notar la dificultad de movimientos, se coloca bien, a su derecha tiene el agua, a su izquierda la comida en bolitas o bolsitas, desde el techo caen otros tubitos, conectados a otros depositos, uno con una solución de heroína, el principal, otros contienen otras soluciones con medicamentos y otras drogas, todos debidamente etiquetados, el pegamento se va secando, Olivier escucha cinco golpes en la cañeria del baño, demasiado tarde Manuel, lo siento, piensa Olivier, lo más probable es que su padre ya haya vuelto, Olivier ya no se puede mover, algunas lágrimas de felicidad le corren por las mejillas, calcula que puede estar así entre dos y tres meses, quizás más, Si enferma, menos. Manuel se prepara la merienda, sigue sollozando, se toma la leche y las galletas mientres lee a Kerouac. Olivier sorbe un poco de heroína. Manuel deja de llorar. Olivier deja de llorar. Manuel mira la ventana y piensa en saltar por ella, seguramente alguien podría salverle, Olivier mira la ventana y piensa que debería haverla tapado con algo, alguien podría salvarle por error.

Olivier muere diez meses después, la historia de esos diez meses es la peor que nadie ha sufrido jamás. Nadie, sin excepciones.

Manuel muere diez meses después, la historia de esos diez meses es la mejor que nadie ha imaginado jamás. Nadie, a excepción de Olivier, quizás.

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